La fiesta de hoy, llamada Corpus Christi en latín y en español El Cuerpo de Cristo, es una prolongación del Jueves Santo cuando Cristo tomó un pan sin levadura y dijo: “Esto es mi cuerpo que se entrega por ustedes”. También tomó una copa de vino y dijo: “Esta es mi sangre que se derrama para el perdón de los pecados. Hagan esto es memoria mía”. La primera lectura nos cuenta el camino difícil, los riesgos, los animales salvajes, la sed, el hambre y el cansancio del pueblo de Israel hacia la tierra prometida. En medio de estas dificultades estaba Dios con su Palabra y su maná, alimento gratuito en el desierto.
A nosotros nos pasa algo así. Sufrimientos, enfermedades, desalientos, traiciones, falta de bienes materiales y espirituales y al lado de todo esto Dios Papito con su palabra vivificadora y con el Pan de la Eucaristía. Sin esta Palabra y sin este Pan de Cristo no podemos vivir tranquilos y alegres. Sin el Pan de Cristo nos resulta imposible perdonar, proclamar nuestra fe, vivir como hermanos, constituir una bella familia en la casa, la iglesia y la sociedad.
La segunda lectura nos recuerda que quienes comemos el mismo pan y bebemos el vino de Cristo, formamos un solo cuerpo, el cuerpo de la Iglesia cuya cabeza es Cristo. Es totalmente anticristiano que quienes comulgan, estén fajados entre sí y no traten de arreglar sus diferencias y enojos antes de que se ponga el sol. El mismo Señor nos dice: “Si al llevar tu ofrenda al altar te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí mismo delante del altar y primero ve a ponerte en paz con tu hermano. Entonces podrás volver al altar y presentar tu ofrenda”.
La fiesta de hoy nos invita a la común-unión de los que hacen la comunión de Cristo. Al comulgar decimos como San Pablo: “Vivo yo pero no yo; es Cristo quien vive en mí”. En la comunión Cristo nos da su cuerpo y sus mismos sentimientos: amor, misericordia, confianza en Dios Papito, perdón, reconciliación.
El evangelio nos ha dicho que quien come del Pan de Cristo vivirá para siempre. Si no hay muerte eterna, si hay vida después de la muerte, todo está resuelto. Para el que comulga todo tiene solución y también la muerte. Hay una vida eterna anunciada por Cristo y también por los filósofos. Desde el punto de vista humano quien mejor ha expresado es José Martí: “Si esta vida humana terminara aquí en la tierra, sería una invención repugnante y bárbara”. La Iglesia pide como obligación moral y espiritual que el moribundo católico práctico reciba la comunión antes de morir. Y a esta comunión se le llama viático que quiere decir, alimento para el viaje, fortaleza para traspasar la muerte e ir al encuentro con el mismo Cristo. San Ignacio de Antioquía afirmaba: “La eucaristía es medicina de inmortalidad, remedio para no morir sino para vivir siempre en Jesucristo”.
Pedimos al Señor Jesús Eucaristía que nunca nos falte su Pan. Los mártires africanos del siglo IV acusados de participar en misa respondieron al juez: No podemos vivir sin la misa del Señor. El Cardenal Van Thuan preso, celebraba la misa diaria ocultamente con tres gotas de vino y una de agua en la palma de la mano de la que decía: Esta es mi altar y mi catedral.
Los católicos de Camagüey cuando hace 50 años en este mes se quedaron sin sacerdotes, buscaban la Eucaristía en Sancti Spíritus y las distribuían por las casas porque no podían vivir sin ella.
Rogamos al Señor que el Pan de la Eucaristía llegue a todos los que amamos. Es el mejor regalo que podemos hacerles porque este regalo implica conocimiento de Cristo, vida de Cristo, alimento de Cristo, fortaleza de Cristo, amor de Cristo, comida de Cristo, camino hacia Cristo que nos espera en la felicidad eterna. Al partir de este mundo el Señor nos conceda esta dicha de saber que la familia y los amigos reciben a Cristo Eucaristía.
Ahora damos gracias a Dios por todo lo que es y significa la Eucaristía.
Es nuestra oración personal y silenciosa.
+Juan García Rodríguez, Arzobispo
26 de junio de 2011
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