Queridos hijos e hijas,
Querido Padre Ernesto Guillermo Pacheco López:
Todavía se siente la presencia en este templo del Frayle José de la Cruz Espí, más conocido por el P. Valencia que venía desde la Iglesia de San Francisco, pasaba por aquí, rezaba y continuaba su camino por la calle Jesús, María y José hasta el leprosorio de San Lázaro.
Entre sus grandes sueños estaba construir monumentos a la fe: templos. Así construyó la Iglesia de San Lázaro en tres años en el centro del leprosorio y la Iglesia del Carmen en dos años.
Damos gracias a Dios por los monumentos a la fe que son las comunidades sin templos, como las llamaba Monseñor Adolfo, que hoy son llamadas casas de oración o misión. Damos gracias a Dios por las comunidades sin templo que ha fundado o ha hecho crecer el P. Ernesto Guillermo Pacheco López como Galbis, Palo Seco, Pueblo Nuevo, El Indio, Mola, Loma de Urabo, Las Tusas, Las Parras, San Diego, San Joaquín, Cayo Toro, La Jagua, La Alina, La Arrocera, El Cebadero y otras muchas más.
Damos gracias a Dios por estos 25 años sacerdotales construyendo monumentos a la fe en las Iglesias donde El Espíritu Santo lo ha enviado. Damos gracias a Dios por los niños, adolescentes, jóvenes y adultos convertidos en monumentos a la fe mediante el bautismo y la Eucaristía.
Felicitamos en nombre de Dios a las personas que han convertido sus casas en iglesias, lugares de oración, de enseñanza y de caridad. Cada uno de los aquí presentes pudiera convertir su casa en un monumento a la fe si logra rezar en familia, bendecir la comida, leer y comentar la biblia y comunicar la vida cristiana a sus vecinos.
El P. Valencia quería construir monumentos a la esperanza: escuelas. Logró construir en tres años el Convento-Escuela de las monjas ursulinas a la izquierda de la Iglesia del Carmen para enseñanza de las niñas.
El catecismo, cuya etimología viene de la palabra griega “enseñar” es un monumento a la esperanza. Las personas que viven y enseñan los 10 mandamientos son monumentos a la esperanza.
¿Ustedes se imaginan que no veamos padres y madres abandonados por sus hijos, que no suframos crímenes, homicidios, asesinatos, suicidios, violencia, agresiones contra el hermano, abortos, robos, desenfreno sexual, alcoholismo, mentiras, chismes, adulterio, envidias? ¡Qué gran esperanza! ¡Qué gran felicidad!
El catecismo es una escuela que nos enseña la felicidad en esta vida y el camino hacia la vida eterna. Desearía hacer un monumento a los que enseñan catecismo. Sólo necesito sus nombres y direcciones.
Damos gracias a Dios por todas las veces que el P. Ernesto Guillermo Pacheco López ha enseñado el catecismo y preparado a sus catequistas, ha salvado la vida de quienes viven en el seno materno y de quienes se querían suicidar, ha restaurado el amor primero de los esposos y ha tendido puentes entre personas en conflicto. La palabra pontífice en latín, que la podemos aplicar al sacerdote, quiere decir: hacer puentes.
Nunca nadie conoce el bien que hace una persona enseñando a otras personas. Nunca nadie, salvo Dios, podrá conocer todo el bien que hace un sacerdote con su testimonio, predicación y catequesis. Nunca nadie podrá saber todo el bien que ha hecho el P. Ernesto Guillermo Pacheco López en estos 25 años enseñando con obras y palabras a su familia, a su Iglesia, a su pueblo. Podemos decir que el Padre Pacheco es un monumento a la esperanza.
El P. Valencia intentaba construir monumentos a la caridad: hospitales. Construyó el leprosorio de San Lázaro. Construyó en dos años el hospital de mujeres a la derecha de la Iglesia del Carmen del cual solo queda parte de la tapia exterior. Construyó la hospedería de San Roque que sirvió de alojamiento a los peregrinos espirituanos y occidentales que iban a El Cobre, y el puente de Las Jatas en el callejón de Santa Bárbara. Estas últimas construcciones que hoy se conservan, podemos llamarlas monumentos a la caridad.
Hoy la Iglesia está construyendo un monumento a la caridad: el Hogar Monseñor Adolfo y ampliando otro monumento a la caridad: el Hogar Padre Olallo. Ambos están parados por falta de la asignación acordada del combustible. Si no se pudiera terminar el Hogar Monseñor Adolfo, trataríamos de convertirlo en otro monumento a la caridad: la hospedería de los peregrinos que por miles irán al Cobre en este año y en el próximo con motivo de los 400 años del hallazgo y presencia de la Virgen de la Caridad en nuestra patria. Es más fácil terminar una hospedería que un Hogar de Ancianos.
Monumentos a la caridad son las personas que visitan enfermos, ancianos y presos, dan comida al hambriento, visten al desnudo y auxilian a los necesitados.
Monumentos a la caridad son las personas buenas que ayudan desinteresadamente en el barrio, los hospitales y en cuantos lugares se encuentran.
Damos gracias a Dios por tantos enfermos, presos, pobres y personas felices por la caridad del P. Ernesto, por el perdón otorgado en el sacramento de la penitencia y confesión a tantas personas renovadas.
El Señor te conceda, Padre Ernesto, construir muchos monumentos a la fe, la esperanza y la caridad. Cuando llegue el final de tu vida, Cristo y todas estas personas te recibirán en la casa de Dios Padre y te dirán: “Ven, bendito hijo, porque tuve hambre y me diste de comer, sed y me diste de beber, enfermo y en la cárcel y me fuiste a ver, desnudo y me vestiste, peregrino y me hospedaste”.
Santa María de la Caridad, peregrina y mambisa, tú sugeriste a Jesucristo: mira a este hijo mío Ernesto Guillermo y llámalo al sacerdocio. Ruega por él.
Santa María de la Caridad, peregrina y mambisa, tú pediste al Espíritu Santo lo ungiera con la gracia sacerdotal el 1º de abril de 1986 quien lo llenó de gracia fiel. Camina con Él.
Santa María de la Caridad, peregrina y mambisa, ponte al lado de sus alegrías, sueños, proyectos, esperanzas y también al lado de sus cruces, sufrimientos y dificultades. Enséñale la fidelidad de cada día que sumada da 25 años y más.
Santa María de la Caridad muestra el testimonio de tu hijo sacerdote para que suscite vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa y ruega por él ahora en estas bodas de plata y en la hora de encontrarse para siempre con El Padre, El Hijo y El Espíritu Santo. Amén.
Esta es ahora nuestra oración personal y silenciosa.
+Juan García Rodríguez, Arzobispo de Camagüey
25 años de Ordenación Sacerdotal
P. Ernesto Guillermo Pacheco López
La Merced, 1 de abril de 2011
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