Comentario de la Lectura del Santo Evangelio según San Juan 19, 1-3; 14-18; 28-30; 38-42,
en la Procesión del Santo Entierro. Viernes Santo.
En la lectura del Evangelio que acabamos de escuchar notamos que hay una lucha interior en el Emperador Romano Poncio Pilato. Quiere soltar a Jesús a quien ve inocente y quiere quedar bien con los jefes de los sacerdotes judíos. Ciertamente Pilato hizo mucho por liberar a Jesús pero al final se dejó llevar por el miedo al qué dirán y por la presión de los enemigos de Jesús. El que tenía todo el poder y siempre había hecho lo que quería, opta por lavarse las manos y autoriza la crucifixión de Jesús. En esta lucha interior el mal venció al bien, la mentira a la verdad, el miedo a la valentía y nunca hubo paz interior para Pilato.
Otro de los personajes que nos ha presentado el texto evangélico es José de Arimatea, discípulo de Jesús, aunque no lo decía, por miedo a los jefes de la sinagoga. También en José de Arimatea hubo una lucha interior. Simpatizaba con Jesús, su enseñanza, su vida, su evangelio pero tenía miedo manifestarlo públicamente. El miedo es tan poderoso que verdaderos hombres tiemblan ante una rana que nada les puede hacer. El miedo es tan fuerte que en ocasiones calla nuestra verdad y la oculta lo cual nos deja insatisfechos e inconformes con nosotros mismos. El miedo es tan aplastante que la esposa del esposo fiel tiene pena de decir a sus amigas, cuyos esposos son infieles, que el suyo es fiel. El miedo mete tanto susto que cuando los maestros preguntan en el aula a los alumnos si creen en Dios y van a la Iglesia, pregunta anticonstitucional, muchos niegan su fe como Pedro, olvidándose que el artículo 8 de la Constitución los protege y que Jesús ha dicho: “El que me confiese delante de los hombres yo los confesaré delante de mi Padre”. El miedo hace que la vida peligre en el planeta ya que muchas familias tiemblan ante la maravilla de que nazca un nuevo hijo a alegrar la existencia del hogar.
José de Arimatea, ante la cruz de Cristo, que es más fuerte que el miedo, se llenó de valor y se puso abiertamente a favor de Jesús. Pidió a la máxima autoridad el cuerpo de Jesús dejando a las claras la amistad con él. En José de Arimatea la verdad, la amistad, la fidelidad venció la mentira, el engaño. Ser lo que era, actuar conforme a su creencia, demostrar lo que creía, lo hizo muy feliz. Nicodemo estaba en parecida situación a José de Arimatea. Discípulo nocturno y clandestino de Jesús se pone de parte de su Maestro públicamente. A nosotros nos puede pasar lo mismo que a Pilato, José de Arimatea y Nicodemo. Podemos tener miedo de proclamar nuestra fe delante de todos. Podemos tener miedo de decir que perdonar es mejor que vengarse, que la honradez ha de llenar todos los espacios de la sociedad, que la decencia y la fidelidad matrimonial es lo mejor que puede pasarle a nuestros hijos. En el interior de nuestras personas hay una lucha entre lo que sabemos es la verdad y el qué dirán los demás. Marthin Luther King ha escrito. El miedo tocó a la puerta. La fe fue a abrir. No había nadie. Rogamos a la Virgen, que no conoció el mal, a José de Arimatea y Nicodemo que están en el cielo, nos ayuden con su oración y ejemplo a vencer el miedo, el qué dirán y caminar fieles a Cristo, Camino, Verdad y Vida y así podamos ser felices en esta vida y en la eterna.
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