Domingo de Resurrección. Camagüey, 24 de abril de 2011.
Cristo ha resucitado. Verdaderamente ha resucitado.
Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 24, 13-35.
Comentario.
Dos discípulos se alejan de Jerusalén donde estaban con Cristo, lo escuchaban y seguían. Se marchaban decepcionados por la crucifixión de su Maestro y el fracaso de su obra. Caminaban tristes y sin esperanzas.
También a nosotros nos ha ocurrido lo mismo. Teníamos un plan, un proyecto. No salió. Sentimos que Dios nos abandonó. A fulano de tal, que no se distingue por ser bueno, a ése sí que todo le sale bien y Dios lo bendice. La muerte y la enfermedad de los que amamos, una injusticia, la maldad de alguien, la traición de un amigo, de un esposo, de una esposa, nos tiene derrumbados y aplastados como a los discípulos de Emaús. Presentamos a nuestro Papito Dios nuestras protestas. Es una manera de rezar. Rezar es hablar con Dios. Le preguntamos ¿por qué? ¿por qué? y ¿por qué? Como los discípulos de Emaús le hablamos. Lo hacemos en el silencio del corazón…
Jesús se acerca en persona a estos dos discípulos y camina con ellos. El caminante, como buen catequista, primero se acerca, escucha y después enseña y entrega la luz y la medicina necesaria. El punto más difícil de entender y aceptar era el sufrimiento y la muerte humillante del Mesías. El caminante muestra la Escritura, la Biblia, la Palabra de Dios. Los discípulos escuchan entusiasmados y empiezan a encariñarse con el desconocido.
El Salmo 22, que es la Palabra de Dios da la respuesta de nuestro Dios a nuestras protestas. Lo cantamos todos…
En la Palabra de Dios está resumido lo que Dios va a responder ahora con respecto a nuestras protestas.
- Si nadie te ama, mi alegría es amarte.
- Si lloras, estoy deseando consolarte.
- Si eres débil, te daré mi fuerza y mi energía.
- Si nadie te necesita, yo te busco.
- Si eres inútil, yo no puedo prescindir de ti.
- Si estás vacío, mi llenura te colmará.
- Si tienes miedo, te llevo sobre mis espaldas.
- Si quieres caminar, iré contigo.
- Si me llamas, vengo siempre.
- Si te pierdes, no duermo hasta encontrarte.
- Si estás cansado, soy tu descanso.
- Si pecas, soy tu perdón.
- Si me pides, soy don para ti.
- Si me necesitas, te digo: estoy aquí, dentro de ti.
- Si te resistes, no quiero que hagas nada a la fuerza.
- Si estás a oscuras, soy lámpara para tus pasos.
- Si tienes hambre, soy pan de vida para ti.
- Si eres infiel, yo soy fiel.
- Si quieres conversar, yo te escucho siempre.
- Si me miras, verás la verdad en tu corazón.
- Si estás en prisión, te voy a liberar.
- Si te enfermas, te curo.
- Si te manchas, no quiero que salves las apariencias.
- Si piensas que soy tu rival, no quiero quedar por encima de ti.
- Si quieres ver mi rostro, mira una flor, una fuente, un niño.
- Si estás excluido, yo soy tu aliado.
- Si todos te olvidan, mis entrañas se estremecen recordándote.
- Si no tienes a nadie, me tienes a mí.
- Si eres silencio, mi palabra habitará en tu corazón.
Es lo que dice Tu Padre Dios.
El Salmo 117 nos canta la victoria de Dios, del amor, de la paz en la Iglesia y en nosotros. Lo cantamos todos…
Cristo ha resucitado. Verdaderamente ha resucitado.
Señor, quédate con nosotros porque anochece, ha sido la súplica de los discípulos de Emaús y la nuestra hoy. Los discípulos reconocieron a Cristo después de estar horas con Él cuando el Señor tomó el pan, lo bendijo, lo partió y lo dio… Así el jueves santo Él instituyó la Eucaristía o Misa y así la celebramos. Para ver el camino, para conservar la esperanza necesitamos de este Pan consagrado que es Cristo. Él se nos entrega todos los días en nuestras iglesias. Mañana encontraremos personas afligidas. Ya Cristo nos enseñó. Caminaremos con ellas, las escucharemos, las comprenderemos y les mostraremos la Palabra de Dios, la sanación de la Eucaristía y la tranquilidad de la oración.
Con el Salmo 97 cantamos las maravillas que El Señor ha hecho con nosotros. Cantemos todos…
Oremos a Cristo, autor de la vida, a quien Dios Padre resucitó de entre los muertos y que por su poder nos resucitará también a nosotros. Digámosle: Quédate, Señor, con nosotros porque anochece.
- Protege a tu Iglesia.
- Haz prósperos nuestros pueblos.
- Da a los casados concordia.
- Asiste con tu luz y tu gracia a los novios.
- Hazte presente en todos los hogares.
- Pon fin a las enemistades.
- Ayuda a los que se encuentran en dificultades.
- Envía la lluvia suficiente a nuestros campos y ciudades.
- Bendice a la ciudad del Espíritu Santo que ahora recibe a la Virgen de la Caridad, peregrina y mambisa.
PADRE NUESTRO.
GESTO DE PAZ.
BENDICIÓN.
Los bendiga, Dios todopoderoso, en este día solemne de Pascua, y que su misericordia los libre de todo pecado. Amén.
Y el que los redimió por la resurrección de Cristo los enriquezca con el premio de la vida eterna. Amén.
Y a ustedes, que al terminar los días de la Pasión del Señor, celebran con gozo la Fiesta de la Pascua, les conceda también alegrarse con el gozo de la Pascua Eterna. Amén.
Y la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y los acompañe siempre. Amén.
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