Fragmentos de la homilía de Monseñor Juan García, Arzobispo de Camagüey, durante la misa de despedida de la imagen de la Virgen peregrina del Santuario de la Caridad en la ciudad de Camagüey.
Camagüey. Febrero 20. (10:15 a.m.)
Al despedirse la imagen de la Virgen, esta comunidad encargada de custodiarla a Ella en este templo, quiere dejarle un alto listón. La Virgen está contenta; esas flores, ella sabe lo que significan esas flores: oraciones, súplicas, agradecimientos, y sabe que no ha sido fácil conseguirlas y traerlas. Ella está contenta por esas velas, que también son súplicas, peticiones, acciones de gracia.
Ella también sabe del amor de sus hijos para encenderle velas; las han conseguido, pues, con dificultades. Le interesa más la caridad que quiere dejar; la palabra de Dios que ella vivió en plenitud, nos habla del perdón. Claro es que nos ha invitado al perdón en la Cruz; clavado dijo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Siempre es difícil perdonar; pero más difícil perdonar es en el momento que al día siguiente, a los cuatro años (…)
Ella estaba también al pie de la Cruz, donde moría su hijo y perdonó, porque tenía plenamente la palabra de Dios. A aquellos soldados, aquellas bestias, aquellos hombres salvajes; porque esos hombres salvajes, esos soldados sin piedad, también eran sus hijos.
La Iglesia primitiva perdonó a San Pablo; San Pablo era perseguidor de la Iglesia, la quiso destruir; además, por gusto personal espontáneamente, porque nadie lo mandó. Afortunadamente Cristo se encontró con él. Pero imaginémonos la primera entrada de San Pablo donde estaban reunidos los cristianos; el temor, el temblor de este perseguidor que había entrado aquí, porque no sabían si iba a delatarlos o a perseguirlos, o si era para rezar. La Iglesia primitiva perdonó a San Pablo.
Será muy difícil que la mamá del inocente ciclista, arrollado por un chofer borracho lo pueda perdonar. A esa mamá, lo único que podemos decirle es que mire a la Virgen que perdonó, para ver si ella al perdonar logra estar en paz.
Hay perdones muy difíciles, acerca de los cuales no podemos hablar, solamente podemos decir: mira a la Virgen, mira a la Cruz, a ver si puedes imitar esa grandeza de caridad, ese listón alto de la caridad.
Le rogamos, pues a la Virgen, saber perdonar; hay personas que han sabido perdonar como la Virgen, como Jesucristo, como la Iglesia primitiva. A una esposa le levantaron al esposo y se fue con la amante; al correr los años, esto es histórico, se enfermó el hombre de un grave cáncer, la amante no era muy lista en cuestiones de enfermedad, llamaron a la esposa inocente y fue allá a atender al esposo que la abandonó y el hombre murió en paz, al lado de la amante y al lado de la esposa sufrida.
Hay personas que nos dan ejemplo de amor y fidelidad. Bueno, ese es el mensaje que nos deja la Virgen. Perdonar a los enemigos, perdonar tonterías del prójimo y perdonar las cosas muy malas que nos puede hacer el prójimo. Si yo perdono, viviré en paz; si no perdono, tendré una cruz arriba y un sufrimiento y una amargura que se va pegando a la vida y me destroza la existencia y no me hará feliz ningún día de la vida. Si perdono, me acordaré, claro, porque hay cosas que no se pueden olvidar, porque tienen una marca como la herida que uno se hace en la mano; le dan puntos, quedará la cicatriz que siempre veo; pero no me duele porque está sanada la herida. El perdón sana la herida.
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